La batalla por educar.
Fernando Ravsberg
Recién llegado a Cuba, a comienzos del año 1990, acompañé a mi mujer a llevar a nuestro hijo al círculo infantil en el pueblo del Mariel.
Fue mi primer contacto con el sistema de educación y, a pesar de venir de Suecia, me sorprendió.A los niños se les quitaba toda la ropa que traían de sus casas, incluyendo los zapatos, se les ponía ropa limpia del circulo para pasar el día, se les daba una merienda por la mañana, el almuerzo y otra merienda fuerte antes de irse.
Estaban divididos por edades y en cada sector había cantidades de juguetes didácticos con los que se enseñaba jugando. Al frente de cada grupo de niños se encontraban dos “seños”, una maestra de preescolar y una asistente. Con la crisis económica esto ha cambiado, la falta de recursos se ha hecho sentir y los círculos infantiles ya no son ni la sombra de lo que eran, sin embargo, hay una realidad incuestionable, a pesar de las limitaciones siguen abiertos.
Y así es prácticamente en todos los sectores de la educación, recuerdo cuando visité las escuelas de ballet, tenían las ventanas rotas, las paredes descascaradas y sin pintura pero estaban llenas de niños cumpliendo el sueño de bailar. Mas
Recién llegado a Cuba, a comienzos del año 1990, acompañé a mi mujer a llevar a nuestro hijo al círculo infantil en el pueblo del Mariel.
Fue mi primer contacto con el sistema de educación y, a pesar de venir de Suecia, me sorprendió.A los niños se les quitaba toda la ropa que traían de sus casas, incluyendo los zapatos, se les ponía ropa limpia del circulo para pasar el día, se les daba una merienda por la mañana, el almuerzo y otra merienda fuerte antes de irse.
Estaban divididos por edades y en cada sector había cantidades de juguetes didácticos con los que se enseñaba jugando. Al frente de cada grupo de niños se encontraban dos “seños”, una maestra de preescolar y una asistente. Con la crisis económica esto ha cambiado, la falta de recursos se ha hecho sentir y los círculos infantiles ya no son ni la sombra de lo que eran, sin embargo, hay una realidad incuestionable, a pesar de las limitaciones siguen abiertos.
Y así es prácticamente en todos los sectores de la educación, recuerdo cuando visité las escuelas de ballet, tenían las ventanas rotas, las paredes descascaradas y sin pintura pero estaban llenas de niños cumpliendo el sueño de bailar. Mas
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